Siempre cierro mis manos y extiendo mis manos desde abajo, a bendecir a otras personas. A augurar lo mejor en viajes a tierras lejanas. Y el miedo nace en la experiencia. Aunque se que será distinto tengo miedo de todos los errores que pueda cometer a la distancia.
Quiero gritar todo lo que tengo dentro, lo que provocas en todo el mundo. Sacar toda esta explosión divertida lejos de mí para estar en calma. Equilibrar todo y seguir el camino. Y todo está en mis manos.
Ayúdame a no decaer, y si es inevitable la caída dame una palabra para levantarme y seguir en la carrera. No quiero desviarme del camino, del que se que es el camino correcto.
Quédate con el regalo del día, guárdalo, cuídalo. Uno aprende a seguir adelante, pero el miedo queda. La misma ciudad con los mismos recuerdos y rincones secretos, el mismo cielo triste sobre mi cabeza llena de cuervos.
Queda el latido pero falta el susurro. ¿Qué me queda por hacer acá? Viendo desde abajo las manos sobre ti. Me quedo atrás aguardando el retorno, calentando el puesto, respirando el aire que dejas. Acá...
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