En esta noche de sol no me importa nada. Me dejo diluir por los sonidos en un mar profundo. Permito que mi antireceptiva memoria desahogue sus temores por mis dedos. Y vengo a mentirte con una irónica sonrisa, decir que no pasa nada y continuar el día a día. Tus intentos de detenerme y sacudirme sucumbieron con el velo alegre de los días de descanso. Las sombras se siguen proyectando en el fondo de la cueva de remembranzas desiguales, monofónicas y bicolores. Afuera las verdades siguen reproduciéndose irreconocibles, feroces espectros de pesadilla. Me manejo entre la esquizofrenia y la sanidad perdida, entre la desvergüenza y la timidez, entre la nostálgica ira y la más risueña depresión. Nihilismo posmoderno y relleno para las 24 horas. ¿De qué sirve el buen corazón ante las garras penetrantes de la jactancia ajena? Con el orgullo sempiterno explotando la incapacidad de negarse al resto, mucho más que a uno mismo. Con la necesidad de un par de imprudentes pero vitales letras a medianoche para constatar que por dentro se estremece un ser de luz.
Deseos de cerrar mis ojos y encerrarme en el seguro mundo de lo conocido, no correr ningún riesgo y olvidarme de lo venidero. Extraño tanto tu contacto y tu abrazo, tus palabras que queman por dentro todo de mí. La pureza conseguida con fuego e incinerar mis manos, mis ojos, mi piel y mi ego. Elevarme ante lo intrascendente, volar de tu mano y dejar que mi alma se derrame en llanto una vez más en silencio. Ir más allá de las sombras y entregarlo todo. Merecer una vez más el fruto. No quiero palabras inertes.
Caigo y todo depende de mí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
ausente(s) presente(s)...