Pestañeo, estiro mi brazo sobre el espaldar del sofá de cuero. Bebo otro sorbo del vino tinto de la copa en mi mano derecha mientras cruzo mi pierna izquierda sobre la derecha. Más cómodo que nunca veo por la ventana el contraste de las intermitentes luces amarillas y blancas de la ciudad con la oscuridad de la noche sin luna. Frente a mí el equipo de música, sobre el mueble de madera en la pared de la sala toca alguna antigua melodía de The Dave Matthews Band. Me dejo llevar por los sonidos del saxofón mientras dilato mi imaginación aún un poco más.
Lo único que me vuelve a la tierra es el olor proveniente de la cocina a mis espaldas, ella está preparando café. No solo por curiosidad vuelvo mi cabeza, la puerta entreabierta que separa la cocina del comedor me deja ver algo de tu espalda y las tiras de tu vestido negro. Todavía no te cambias de ropa y en mi mente te lo agradezco. El mismo vestido negro que te tomó dos horas elegir, incluso sabiendo que solo lo utilizarás una vez, esta noche. Pestañeo repetidas veces, hay algo que no cuadra. Otro sorbo de vino, esta vez más largo.
Me desajusto la corbata y zafo dos botones de mi camisa. Cada vez son menos las luces de la ciudad frente a mí. El calor dentro de este lugar me desorbita. Oigo el sonido del café mientras lo viertes en una taza, la misma gran taza verde de siempre, dos cucharadas de azúcar y lo revuelves sin miedo a hacer bulla, no me incomoda. Un sorbo más de vino dejo la copa en el mueble junto al sofá. Estiro las piernas y asiento mi cabeza, miro el techo de madera y los tres focos que añaden a todos los objetos una especie de resplandor amarillo opaco. Sin siquiera tener contacto con la puerta cruzas el comedor y llegas a la sala. El olor del café es más penetrante que el del poco vino que reposa quietamente en mi copa.
No dices nada, es mejor así, te sientas a mi lado. El sofá se resbala un poco mientras te acomodas en él. Mi mirada sigue inamovible, te oigo acercar la taza a tus labios, sutilmente soplas y solo con los labios pretendes tomar un poco. Sé que debo decir algo, abro los labios sin saber qué sería lo correcto para romper el hielo. ¿Debo pedir perdón o pedirte que te vayas? Pero algo más grande dentro mío me aclara que debo dejar que la primera palabra la digas tú, suena lógico.
¬–¿Y?
De todas las palabras en todos los idiomas del mundo tuviste que elegir una sola letra para romper el hielo. Y precisamente esa, es tu excusa para no hablar, para dejar que yo lo diga todo, tu mejor intento de fuga.
–No sé,– murmuro yo mientras me doy un poco más de tiempo para razonar la situación. –No puedo hacerlo, no lo voy a aceptar. LO SABES.
Sí, lo grité. Eso último no lo tenia planeado. A veces el cerebro se adormece por segundos y deja que sea el alma la que tome el control. ¿Qué quise decir con eso? No sé como voy a tenerlo claro todo, necesito más tiempo.
Veinte segundos de silencio, sé que solo fueron veinte segundos, la canción sigue siendo la misma, pero sentí mas de tres horas dentro de mí. Tú sigues estática ahí, por dentro solo me ruego que te acerques, me acaricies, me dejes arrimar mi cabeza en tu pecho y llorar, limpiarme de una sola vez. Tú eres más sabia, y solo me investigas con tu mirada, la siento quemando mi costado. Es hora de verte, mientras mi mirada viaja a encontrarte me fijo que alguien soplo las luces de la ciudad.
Poso mis ojos en ti, te ves tan lejana, fría y pálida. Tus ojos aún están hinchados y rojos, las consecuencias de mi actos, imagino. Fin de la canción y el ambiente se congela en el silencio. Dije mi línea, reconozco que fue estúpida, pero la dije te toca a ti. Pero es en vano la espera. El tiempo es eterno.
–Mira, no puedo reaccionar aún. Adoro tenerte a mi lado y no quiero que esto cambie nunca. Solo necesito tiempo para entender esto.
Eso es más sincero y un poco más directo, pero no te llega. No funcionan mis palabras, esperas oír algo distinto, algo que no me atrevo a pronunciar. Tu mirada se quedó profundamente clavada en mis ojos. Comprendo que no vas a hablar.
–Ana, lo lamento.– Y en ese momento la conexión entre mi boca y mis ojos se vulnera hasta el límite. Mis lágrimas logran que te muevas, tomas otro sorbo de tu café, debe haber pasado ya bastante tiempo porque aparenta estar frío. Bajas tu mirada a mis manos. La primera fase, el reconocer la falta.
Necesito más vino, te doy la espalda para volver a coger la copa y acabarme lo que queda en ella. Con la última gota cuatro palabras se clavan en mi mente como si las estuvieran escribiendo dentro de mi cerebro, como si me las gritaran al oído, como si las escribieran en la ventana, como si las tatuaran en mi piel… ELLA NO ESTÁ AHÍ.
---continuará---
1 comentario:
fue un pedo...
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