martes, 6 de mayo de 2008

EL MOMENTO ADECUADO

A veces es solo cuestión de los sonidos perfectos junto a las palabras exactas a la hora adecuada y en la más confortable soledad (la que se siente cuando todos gritan a tu alrededor y tu mente decide ignorar todo esperando lo mismo del resto), solo junta los estímulos precisos y consigues un cataclismo emocional.


Déjame escuchar una vez más las palabras que me recuerdan que sigo siendo humano, que siento y puedo dar. Llévame de paseo contigo a los mismos lugares aún desconocidos, cubre mis ojos, silénciame con tu cariño, déjame viajar a tu lado, escuchar historias de los héroes y mártires de tu pasado, de las glorias y las caídas, quiero ser el iluso personaje que entra en tus recuerdos con bríos para cambiar ese pasado de heridas, llenar de alegrías las paredes de tus memorias.

Háblame otra vez de las ciudades que no conozco, déjame inundarme de lejanas alegrías. Jugar, ser niño, luchar por una sonrisa compartida. Quiero ser una parte del camino que te trajo a este lugar. Quiero ser más de lo que ves, quiero ser lo que siento que puedo ser, por ti o para ti o en ti.

Deambulas dentro de mí como dueña de mis ideas y de mi tiempo. Con miles de figuras distintas y miles de voces diferentes pero provocando una sola reacción: estremecimiento, un viaje sin destino a toda velocidad por carriles abandonados, caídas sin control desde los bordes del mismo abismo circular sin fondo. Caer y caer gritando por la adrenalina, cada nervio a punto de explotar, abrumado y sin respiración.

Entra, en todo caso ya conoces todo lo que llevo dentro. Las heridas siguen en el mismo lugar esperando un toque para florecer. Siéntete como en casa, que mi hogar está en tu corazón. Quiero sentir la forma como tu visita logra poner un poco de orden en medio del caos que gobierna mi ser. Esas sensaciones de satisfacción que olvidé en algún lugar sin nombre bajo capas de inseguridad y recuerdos mutilados.

Destruye todo lo que encuentres dentro, bórralo todo con tu quietud, habla dentro de mí, cámbiame el nombre una vez más. Toca las fibras de lo inoportuno, altera el tiempo que no puedes dominar. Cancela voluntades externas. Tú puedes crear más de lo que puedes resolver, ilusiones rotas, sueños abortados y mañanas incongruentes. Pero no detengas tu fúnebre marcha dentro de mí. A cada paso tu invasión distorsiona lo que es con lo que no fue y lo que puede ser.

Detente. Mírame una vez más, sigo siendo el mismo, sigo viendo las mismas cosas, sigo esperando nada, sigo respirando por vicio. Aquí permanezco aferrado a la misma melodía. El mundo sigue igual, sin ver que no me he movido un ápice. Nada es sorprendente ahora, ya no hay instinto, hay curiosidad, ganas de conocer nuevas formas de volver a mi lugar seguro. Todo queda en nada después, todo se vuelve repugnante al abrir los ojos, no existen colores fuera del blanco, negro y rojo.

Terminó todo otra vez, di de más. Pasó el momento, la marea bajó, el fantasma se esfumó. Recibí de más, talvez. Y aún algo se mueve muy dentro, casi imperceptiblemente en mi interior, el frío que adoraba tanto no vuelve. El cristal de lo imposible que me llena de la trágica esperanza de imaginar que esto es temporal. No encuentro la forma de resolver el enigma que inspira tu ausencia. No sé si es rabia, indiferencia o tristeza lo que me aleja de tu realidad.

Simplemente quiero reír al lado de uno de tus mil nombres, planear y vivir de tu mano, detenernos por cuatro minutos y medio con los ojos cerrados, mientras el cielo se mueve lateralmente. Ir a ninguna parte… pero contigo o tu sombra…

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