domingo, 31 de marzo de 2013

Una línea de mi mano (pt. 1)

Frente al mar, con el sonido de las olas como fondo para una conversación que excedió toda expectativa.

Ella descubriendo el mundo, él, empezando a cansarse del mismo, y aun le falta mucho camino, aunque unas cuantas heridas ya tenía para su colección. Nunca tuvo mucha suerte él e temas de bienestar emocional desde su primera marca muy temprana en el camino.

Colores, ilusiones y pasiones entre mezcladas en minutos interminables de compartir sueños inocentes. Risas, miradas y sutiles (ahora casi infantiles) intentos de llamar la atención. Ambas partes involucradas no llegaron ni a sospechar que fruto de esa conversación el universo generaría toda una aventura épica que llegaría a sobreponerse a más obstáculos de los necesarios.

Tuvieron otros que interrumpir esa conexión ignorando que ya la luna, muda e impotente, había lanzado un hechizo casi maléfico entre aquellas almas tan llenas de todo en esa primera noche.

Él, fracaso de bohemio, iluso empedernido y demente roto, abría sus misterios como vertiendo algún liquido sobre la boca sedienta de ella. Ella, resistente flor rebelde, se dejaba llevar por el tren de pensamiento sin sentido ni dirección. Siempre fue así, metáforas y símbolos para ocultar las palabras sencillas y desnudas que hubieron facilitado el trajín. Pero ese vértigo de hablar de todo sin nombrarlo fue mágico y consistente para ellos, románticos ignorantes. Niño y niña descuidados e ingenuos, embriagados por la arena y la brisa.

Inseguridad e inmadurez los primeros ingredientes para una historia sobre el fin de la inocencia y la cordura. Su cordura.

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